Futuro de progreso en formación y educación
Existe un consenso internacional amplio sobre el papel decisivo que desempeñan la educación y la formación como instrumentos fundamentales destinados a preparar un futuro de progreso para la economía de los países, para sus empresas y para cada uno de sus ciudadanos.
Uno de los elementos más estructurantes de los cambios progresivos experimentados en el ámbito económico, cultural y social, particularmente en las tres últimas décadas, ha sido la globalización en tanto que conjunto de procesos mediante los cuales los acontecimientos, decisiones y actividades que suceden en un determinado lugar del planeta, repercuten de un modo relevante en otros lugares, en otros individuos y en otras colectividades.
La dinámica del mercado, con la liberación creciente de los flujos de productos, de servicios, de capitales y de personas, junto al desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han sido los motores principales que han dotado de una enorme energía a este proceso de escala planetaria.
El concepto de “cuarta revolución industrial” ha nacido hace poco tiempo en el marco del Foro Económico Mundial para referirse a un cambio rápido que está ya emergiendo en la economía global sobre la base de tecnología soportadas en sistemas físicos, en sistemas biológicos y en sistemas digitales.
En el ámbito propio de la UE, las previsiones del Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional, auguran la creación en el horizonte 2025, de 13,7 millones de puestos de trabajo para aquellos que tengan únicamente estudios de educación secundaria inferior, frente a los 42,9 millones para los que tienen estudios medios y casi 40,4 millones para quienes hayan finalizado estudios superiores.
La UE cuenta con más de 500 millones de ciudadanos, 3 alfabetos distintos y 24 lenguas oficiales diferentes. Por ello la Comisión ha dado dos nuevos objetivos para 2020. Uno está relacionado con el rendimiento académico, y establece que al menos el 50% de los jóvenes de 15 años debería alcanzar un nivel de usuario independiente; y el segundo se refiere al número de estudiantes, de los cuales al menos el 75% debería estudiar una segunda lengua extranjera en la etapa de educación secundaria inferior.
Otro aspecto sobre la formación y educación: la Unión Europea ha orientado sus políticas y recomendaciones a los países miembros con el propósito de encarar los desafíos del nuevo contexto con mayores posibilidades de éxito.
Ello se ha materializado en la articulación de dos ambiciosos marco de actuación de aplicación sucesiva en cada una de las dos primeras décadas del nuevo siglo. Tales marcos se conocen como Estratega de Lisboa y Estrategia Europea 2020, respectivamente.